¿ORIGINAL O VERSIÓN?












Acabo de escuchar un tema de los 60’s que me hizo divagar por las aguas de mi mente como un barco fantasma. El resultado ha sido este post, por cierto, bastante corto y ligero de leer, que seguramente va a dejar más preguntas que respuestas. Pero, ¿quién ha dicho que debemos poner siempre el caballo delante del carro?
Desde luego, uno no hace preguntas en el vacío. En el principio, siempre hay una experiencia de vida, una idea propia o ajena, que trata de hacer pie en las profundidades de nuestra mente.
Como sea, me encontraba escuchando este tema de Roberto Carlos, versionado por Bebeto: “Como é grande o meu amor por você” y pasó algo inesperado.


Me costó darme cuenta que se trataba del mismo tema que había escuchado años atrás en la voz de Roberto Carlos, pero no había dudas, era la misma letra. Tal vez, el ritmo fue lo que más me confundió, pero ahí estaba ese tipo cantando con alegría a un amor presente y real. No tenía, en absoluto, la nostalgia de aquel tema original.

Como é grande o meu amor por você - Roberto Carlos (1967)

Si me dan a elegir hoy, me quedo con la versión de Bebeto, porque transmite una visión más positiva del amor y resulta más agradable a los oídos. Pero aquí, surge el conflicto con una de mis ideas preestablecidas. La misma que me hizo preguntar un día: ¿porqué me gustaban más los temas originales que sus versiones? 
Está claro que el cerebro nos engaña con las primeras impresiones y otras trampas. El problema es que al final pretendemos racionalizar todo sin tener en cuenta que existen condicionantes inconscientes en la toma de decisiones, ¿la gran trampa?
De ahí, que si algo nos gusta la primera vez que lo escuchamos, probablemente sea por la emoción que nos genera. Y en la adolescencia (también en la niñez, pero con otro tipo de experiencias) todo parece magnificarse. Nacemos al amor con tal intensidad que las experiencias sonoras cobran una importancia exagerada. Lo que escuchamos primero nos marca con más fuerza, por lo tanto, no debería sorprendernos que el tema original nos guste más que su versión. Ésta, necesariamente, se ubica en un tiempo muy lejano al de la experiencia primigenia y su finalidad es construir un retrato (¿desleal?) del pasado para mantener tu historia de vida, algo así como un back up de tu yo ¡Así es nuestro cerebro reptiliano! 
No olvidemos otro factor, el sesgo del “status quo”, aquella resistencia al cambio en nuestras ideas preestablecidas. Sucede que cuando ya hemos emitido un juicio, nuestra opinión termina siendo bastante inamovible. Ni que decir si alguien intenta rebatir nuestras creencias con falacias ad Verecundiam , porque en lugar de revalorarlas tenderíamos a reforzarlas haciendo uso de la racionalidad (¿o de la irracionalidad?) más absoluta. Pero, sepamos que detrás de esa racionalidad que empleamos de cara a los demás están las preferencias de nuestro corazón (¿o cerebro reptiliano?).
De esta manera, nuestro cerebro intenta adaptar toda información nueva a las ideas previas que tenemos para no agotarnos en una indecisión continua. Supongo que estos mecanismos inconcientes han evolucionado con la finalidad de crear un sistema coherente de creencias que confiera estabilidad a nuestro propio comportamiento. En otras palabras, necesitamos un guión, una historia que signifique algo a la luz de la evidencia disponible. 
Sin embargo, cuando algo no coincide completamente con el guión, rara vez prescindimos de toda la historia y comenzamos desde el principio. Lo que hacemos, en cambio, es impedir que esta información encaje dentro de nuestra estructura mental. ¡Y no pasa sólo con la música! Lejos de no ser adaptativos, estos mecanismos de defensa protegen al cerebro de agotarse en una indecisión sin sentido, originada por la explosión combinatoria de posibles historias que se podrían escribir con el material que disponemos diariamente a través de los sentidos. 
Yo le llamo a esto una verdadera economía del pensamiento: cuando reflexionamos, partimos de unas premisas iniciales, realizamos un camino analizándolas y, añadiendo o relacionando otro tipo de premisas, llegamos a una conclusión. Una vez alcanzada ésta, ¡ya conocemos el atajo! (al menos de forma inconsciente) … y la próxima vez que nos encontremos con las mismas premisas de partida, iremos directamente a la solución sin recorrer todo el camino de nuevo.
Entonces, debe haber algo más que un buen arreglo o un ritmo diferente para que una versión nos guste más que el tema original.
¿Ustedes, que piensan (o sienten)?

+{Mi música favorita}


Con la tecnología de Blogger.

Seguidores

Re-Bienvenidos

Re-Bienvenidos

Nube de etiquetas

Blogumulus by Roy Tanck and Amanda Fazani

Mapa de visitas

Yo soy aquél . . .

Mi foto
Me llamo Mario Alberto Taborda y soy el creador de este blog. Soy Bioquímico, especialista en Ensayos y Control de Métodos y Profesor Superior en Bioquímica. Vivo en Rosario (Argentina).