¡ESOS GUSANOS DE OĺDO!

Desde hace unos días vengo tarareando, algunos menos silbando, tres canciones que no me puedo sacar de la cabeza. Son de esas melodías que, por mucho que pase el tiempo o por muy débiles que sean los recuerdos, siguen sonando como un iPod dentro de mi mente.
La situación es ésta: salgo a la calle y enseguida se dispara el playlist. ¿Qué canción sonará hoy?, ¿será el soundtrack especifico para este día?
Una cosa está clara, sea la melodía que fuere, ésta empieza a abrirse camino en mi mente hasta apoderarse completamente de mi voluntad. Es como si el cerebro necesitara completar de algún modo la canción. No nos conformamos con los tres o cinco minutos que dura el tema, deseamos más y más.
De momento, podríamos decir que la melodía es la responsable de este comportamiento típicamente infeccioso. De hecho, y vale la pena remarcarlo, no se cantan letras sino notas. Esto es así, porque en general se crea primero la melodía y se deja para el final la letra, de tal modo, que cada nota termina siendo reemplazada por una sílaba. Un detalle a tener en cuenta es la cercanía de las notas. Cuanto más cercanas estén unas de otras podremos formar palabras como se muestra en el siguiente ejemplo:

 
Si las notas están más separadas que en el ejemplo anterior, tendremos que alargar el sonido de las sílabas como en la canción Michelle de los Beatles:    
Ya se habrán dado cuenta porqué es más fácil hacer canciones en inglés.
Ahora bien, ¿qué parte de la estructura de una melodía la hace más infectiva? Veamos, la estructura básica de una canción es: verso-estribillo-verso-estribillo, lo cual reduce las posibilidades a solo dos componentes. En el primero, el verso o la estrofa, se nos cuenta de que se trata la canción. Sabemos que algo va a pasar, pero no sabemos qué ni cuando, lo cual genera cierta tensión, tensión que será resuelta en el estribillo, donde la melodía se encuentra en el punto más alto e intenso, donde se libera toda tensión. La mente, ahora puede descansar. Eso significa lisa y llanamente que una parte de nuestro cerebro ha sido subvertido por el estribillo, agente musical cognitivamente contagioso, que a partir de este momento buscará perpetuarse ad infinitum. Escuchen este tema:
Si después de terminar esta canción te encontrás tarareándola, lamento decirte que te he transmitido uno de mis gusanitos de oído, perdón, agentes musicales cognitivamente contagiosos (AMCC).
Un buen ejemplo de AMCC es la melodía del "Cumpleaños Feliz" que fue pensada por dos maestras en 1893 como canción para dar los buenos días en su clase y terminó siendo una de las canciones más cantadas en el mundo entero, además de ser una de las primeras canciones que aprendemos de chicos. 
En síntesis, cuando una canción funciona es porque la melodía funciona, especialmente el estribillo.  
Pero hay otra razón más importante por la que he traído el tema de los gusanillos de oído. Hace poco leí un artículo muy interesante sobre los priones. ¿Se acuerdan?, el agente infeccioso responsable del “mal de las vacas locas”. Por demás está decir que no son virus, sino, para disgusto de los biólogos, simples proteínas.   
¿Qué pasaría si les dijera que nuestra mente está, en realidad, hecha de priones?
 ¡No, no estoy diciendo que todos estamos locos! A ver, ¿cómo es esto? Bueno, así como hay un colesterol “malo” y uno “bueno” (permítanme la simplificación extrema) hay un prion “malo” y otro “bueno”. 
Lo que sucede es que la atención estuvo puesta en los primeros, hasta ahora, por las razones anteriormente mencionadas. Lo realmente novedoso de este estudio es que nuestra mente podría depender de un mecanismo similar para producir los recuerdos, y en última instancia, para construir nuestra propia identidad.
Así que cuando te topés con una canción pegajosa, probablemente en alguna parte profunda de tu cerebro, proteínas similares a los priones (o proteínas prionoides) estén reclutando proteínas “buenas” para que sigan infectando otras neuronas y otros cerebros.
La lección más importante de todo esto es que cuando la naturaleza parezca mostrarnos una de sus caras (buena o mala) tengamos en cuenta que existe invariablemente la otra.
¿Quién dijo que los priones y los virus producen sólo enfermedades? Ja,ja,ja!!!

EL SONIDO PRIMIGENIO

En Rosario estamos estrenando el servicio “¿Cuándo llega?” que permite conocer el horario de llegada de un colectivo a una parada determinada a través de mensajes de texto (SMS). Quien haya tenido que experimentar la odisea de esperar un colectivo en la noche rosarina lo entenderá perfectamente. Ántes, esperar un colectivo era todo un arte. Uno tenía que armarse de paciencia.
Tal vez, el colectivo hacía unos minutos que había pasado, ¿cómo saberlo? Siguiente pregunta, ¿cuánto tardaría el próximo: diez minutos, media hora u hora y media? Para colmo, la radio en la que trabajaba cerraba después que terminaba mi programa. Sumo una más, no usaba celular, así que el tiempo que tardaba en llegar a mi casa se convertía en un verdadero agujero ficcional para mi esposa. Con el tiempo, la parada se hizo más difícil de soportar. Ya no solo esperaba vociferando en soledad la palabra obscena, sino que comencé a preguntarme insistentemente por el sentido de la vida.
Quizás, hacía mucho que no le prestaba atención a las estrellas para preguntarme lo que todos nos hemos preguntado alguna vez: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo y hacia dónde voy?, ¿cómo puede el hombre conocer su camino? La parada funcionaba así, a modo de metáfora en medio del camino entre la radio y mi casa. ¿Hasta dónde podría desviarme del camino trazado?, ¿decisión mía o del destino? A veces pienso, incluso, que mi camino podría haber terminado allí. Por esa y muchas razones más es que decidí dejar de hacer radio. Hoy me encuentro nuevamente cara a cara con las mismas preguntas, pero desde una perspectiva distinta, y eso es lo que lo hace aún más interesante.
La reflexión en este caso proviene de la música, en nuestra condición de expatriados. Todos hemos habitado en el seno materno un continente desaparecido, un continente que se hundió con nuestro nacimiento. Un continente misterioso, que a diferencia de la Atlántida, se sumergió en el tiempo, en la experiencia primigenia del existir.
Por aquel entonces vivíamos inmersos en una esfera sumamente placentera; después, . . . todo cambió. Aquí es donde cobra relevancia el saber de donde venimos. A partir de ahí, todas las esferas que hemos intentado habitar en nuestra condición de expatriados, terminan siendo reminiscencias de ese espacio materno donde solo había sonidos. Ese es uno de los dramas de la vida, la catástrofe auditiva, el miedo frente a la muerte de la música congénita.
Por eso, toda relación con la música puede ser pensada a partir de esa terrible catástrofe original. En este sentido, cualquier música nueva que escuchemos, tiene en el fondo algo de música resucitada. Pero atentti, esto no debe ser más que una pequeña huída del mundo, porque el final del camino está más allá de aquel continente perdido.
Á votre service, l'humble Mario

LA SINCRONICIDAD DA LA NOTA

No soy de los que hacen de cada post una especie de big bang, sólo escribo sobre cosas cotidianas que, de algún modo u otro, están conectadas con la música. Pero hoy, he decidido correrme algunos centímetros del camino trazado en este blog. La razón: una hermosísima frase que he encontrado revisando mis anotaciones. Bueno, en realidad no sé si la encontré yo o me encontró ella a mí. Tampoco sé si era causa o efecto, así que ha quedado debidamente guardada “en el frigorífico de las verdades a la espera de una mejor comprensión de su significado”. Lo importante es que me ha hecho reflexionar, ¡y cómo!
Estoy convencido de una cosa, no somos totalmente concientes de todo lo que nos pasa en la vida, siempre habrá grietas desconocidas en nuestras mentes.
¿Esto nos debe paralizar? No, de ninguna manera, esto es apenas un punto de partida; intuyo que hay más cosas en la realidad de las que podamos ver o imaginar. No estoy hablando de átomos ni de cosas que se le parezcan, estoy hablando de la mente, aquel recipiente donde la realidad va tomando forma y donde lo inverso también hace lo suyo.
En este sentido, podría citar varios ejemplos que contradigan la frase hallada. Sin embargo, hay algo en ella que resuena en mi mente como una de esas verdades que están más allá de la lógica, como una verdad latente esperando encontrarse con nosotros. Podría decirles, sin temor a equivocarme, que esa frase fue para mí como una especie de piquete al corazón. Sí, algo más o menos así. Recuerdo que estaba de guardia en el Laboratorio Central del Hospital del Centenario cuando la escuché por primera vez. Realmente, no eran buenos tiempos los que estaba viviendo, pero ahí estaba ese personaje inesperado, un paciente alcohólico, ofreciéndome lo poco o lo mucho que la calle le había enseñado.
Pocos minutos de conversación con él bastaron para convencerme de que mi ex novia era: “la espina con la que había tenido que pincharme para poder alcanzar la rosa”. Demás está decir que ya hace más de 24 años que estoy con ella (no hablo de mi ex novia ni de "La Rosa", hablo de mi esposa). Ahora bien, ¿qué grado de verdad tiene esta frase?
Dado que no hay experimento alguno que pueda reproducir lo que estoy diciendo, me tengo que refugiar obligadamente en aquella realidad de la que tanto hablaron Pauling y Jung: la sincronicidad.
Pienso, que en ese momento se creó una alineación entre mi paciente, mi esposa y yo, algo tan metafórico como decir que el sol sale todos los días por el este, pero no por eso menos cierto. Y me pregunto, ¿cuántas cosas hemos experimentado que jamás podrán alcanzar el estatus de “verdad científica”? Sabemos que un fenómeno termina siendo cierto cuanto más veces se repite, en cambio, una sincronicidad tiene que ver más con las experiencias singulares. Digo singulares porque tienen sentido sólo para la persona que las experimenta. Uno, es el que dota de significado a la propia experiencia. ¡Y sí, . . . nos equivocaremos!, pero ¿qué puede decir aquel que no formó parte de mi experiencia?, ¿qué recuerdos podrían evocarle una canción como ésta ?



¿Y esta otra?



Agrego una pregunta más a la lista, ¿será que uno tropieza con lo que está buscando o es uno el que es encontrado por aquello sobre lo que pone su atención?
Repasen sus experiencias y después me cuentan. No se sugestionen, las sincronicidades no existen. Simplemente, aún no somos capaces de concebirlas con nuestras mentes pequeñas.
Au revoir, mes amis.

LOS CUATRO JINETES DEL APOCALIPSIS

Quien haya leído el Apocalipsis se habrá encontrado con innumerables símbolos, nombres y sucesos que nos parecían confusos a la hora de querer sacar alguna conclusión.
Pero no se preocupen, a los exégetas les llevó varios siglos de discusión saber si tenían que incluirlo en el Nuevo Testamento. Ni que hablar de sus posibles interpretaciones.
¡Como si no hubiera un Apocalipsis para cada uno de nosotros! ¿o es que tenemos que morirnos todos juntos? Además, ¿porqué debería suceder justo en este tiempo? Entonces, ¿porqué no ocuparnos más de la vida que de la muerte? Claro, todos no pensamos igual. ¡Cómo íbamos a imaginar que los Beatles podían ser los cuatro jinetes del Apocalipsis! ¿A quién de nosotros se le podía ocurrir?
No, no es una historia sencilla, de ningún modo. Es una historia real y, como tal, no se puede narrar como si fuera un simple flujo de sucesos lineal. Es como si bajáramos a un sótano y después de dejar atrás el último escalón nos encontráramos de repente en la terraza. Esto es así, porque las distintas historias individuales se entrecruzan para convertirse en el vino que más aprecia cada una de nosotros. ¡Salud! Si les da mucho vértigo, no sigan.
La historia que les voy a contar sucedió a finales de los 60’s.
Para Charles Mason estaba claro. El “Álbum Blanco” de los Beatles era la clave.
Éste, no solo acababa de convertirse en el mejor disco de los Beatles, sino que para la mente siniestra de Mason contenía un mensaje cifrado.  
Tal vez, Mason estuviera al tanto de los descubrimientos hechos por el pastor protestante Greenwald quien había adquirido la aficción de reproducir los temas de rock al revés.
Lo que Greenwald y Mason habían descubierto debió dejarlos petrificado. Aparentemente el mismísimo “Príncipe de las Tinieblas” se manifestaba a través de los discos de rock sin que nadie se diera cuenta.
Y es precisamente el “Álbum Blanco” de los Beatles el disco en el que, según afirma Greenwald, se encuentra uno de los primeros mensajes subliminales.
Escuchando al revés el estribillo de "Revolution 9" se oye, siempre según su versión, la siguiente frase: "Turn me on, dead man" ("ponme en marcha, hombre muerto")
La lista se completa con “Piggies”, “Helter Skeltner”, “Sexy Sadie”, “Blackbird” y “Happiness is a warm gun” del mismo álbum. 
En la canción "Revolution 9", donde John y Yoko dicen "right" (correcto), Manson cree escuchar "rise" (levantarse), una palabra que aparecerá repetidamente en la escena de sus crímenes.
Otras canciones del disco caen en su mente, tal cual líquido a su recipiente. “Piggies”, es para él una burla a los políticos y empresarios, así como la incitación a asesinarlos como cerdos; “Sexy Sadie” una suerte de himno para una de sus amantes, la joven Sadie Mae (Susan Atkins); “Blackbird”, una incitación al levantamiento de los negros; “Happiness is a warm gun”, una exhortación a la matanza y “Helter Skelter”, la metáfora de la decadencia de la sociedad.
No podemos culparlo solo a Mason, los Beatles hicieron lo suyo. Sino, ¿Cómo justificar la tapa del álbum “Sargent Pepper’s Lonely Heart Club Band” donde aparece el rostro de Aleister Crowley, conocido como “La Gran Bestia”?


¿Simple gracia, estrategia de marketing o mensaje satánico?¿Como hacerle entender a una mente enfermiza como la de Mason, que los Beatles no eran los cuatro jinetes del Apocalipsis, ni que sus canciones o las tapas de sus discos eran mensajes de Satán?
Lo cierto, es que un buen día, cuatro integrantes de “La Familia”, así les gustaba llamarse, entran a la casa de Roman Polanski y matan a todos sus ocupantes. Primero cortan los cables del teléfono para que la casa quedara incomunicada y luego asesinan a tiros a Steven Parent, un joven de dieciocho años que se estaba yendo de la mansión. Esconden el auto que conducía éste en unos arbustos y entran a la casa. “La Familia” inicia entonces la masacre.
Tras someter a todos los que están en la casa, asesinan primero a Abigail Anne Folger, una heredera rica de 25 años, a quien le cortan el cuello y la apuñalan en repetidas ocasiones.
Luego sigue Jay Sebring, peluquero amigo de Sharon Tate, a quien le dan cuatro puñaladas y dos balazos. Sigue Voytek Frykowski, quien lucha por su vida como una fiera, y aunque logra liberarse, cae al suelo entre culatazos, balazos y más de cincuenta puñaladas.
Para completar esa noche de odio y locura falta la hermosa Sharon Tate que, a pesar de estar embarazada y atada al cadáver de Jay Sebring, es vilmente asesinada de dieciocho puñaladas en el vientre.
Pero eso no es todo, Sadie Mae tiene todo el tiempo del mundo para escribir en la pared “Piggies” y en la puerta de una heladera “Helter Skeltner” con la sangre de Sharon Tate y su bebé.
Después de este relato siniestro uno no puede dejar de preguntarse, ¿cuándo una mente humana empieza a concebir la idea de matar a otro semejante?¿qué motivos la impulsan a cometer este tipo de crímenes?¿qué resortes son los que se activan para matar?
Sin duda, la mente de los humanos es muy compleja. 
¿Qué otros sentimientos puede generar “Sexy Sadie”? Una recomendación: escuchen el cover con auriculares.

EL BAILE DE LAS ENZIMAS

Después de la publicación del último post, "Música en botella",  me quedó dando vueltas por la cabeza una pregunta, así que decidí volver sobre el tema. La pregunta era: ¿puede surgir la ciencia a partir de una cultura basada en los sonidos?
Como éste no es un blog de Ciencia, voy a tratar de mostrar, de un modo sencillo y ameno, cómo puede ser posible esto.
Si estás escuchando el reproductor del blog vas a entenderlo mejor. Por ahí, empezamos.
En este momento, y no importa cuál música estés escuchando, unas moléculas chocan unas con otras, golpeándose desde tu PC hasta llegar al oído. Así es como podemos escuchar la música de este blog. Pero esto no termina ahí, el baile de las moléculas continúa hasta el cerebro desencadenando una explosión de sensaciones y percepciones.
¿Podríamos ir más allá?  Seguramente. El universo mismo es una danza de moléculas donde olfato, visión, gusto y audición son distintos modos de experimentar lo que está más allá de nuestro cuerpo. Cualquiera de los caminos que elijamos son equivalentes. Una piedra se ve como una piedra y se escucha como tal, sino preguntémosle a Batman.
Ahora, ¿Cómo sonará nuestro interior? ¿Qué música ejecutarán moléculas como el ADN? 
Esto es lo mismo que se preguntó Susumu Ohno cuando intentó relacionar música y genes. Si las moléculas del ADN que se traducen a proteínas estuvieran ordenadas al azar no se producirían las proteínas necesarias para la vida. En otras palabras, sin una buena partitura no es posible la vida.
La música del ADN no debe ser un caos azaroso de notas. Y eso es lo que se propuso averiguar Ohno. El reto principal fue cómo embutir las moléculas del ADN (A, T, G y C) en una escala de siete notas musicales.
Para resolver esto, Ohno asignó arbitrariamente notas musicales a las sustancias que componen el ADN (Do a la citosina (C), Mi y Re a la adenina (A), Fa y Sol a la guanina (G), y La y Si a la timina (T)) y luego tradujo genes completos (es decir, secuencias de bases del tipo AGTCCATG, pero más largas) a temas musicales. Al final obtuvo interesantes armonías.Lo curioso de este hallazgo fue que los genes anormales produjeran música disonante.
Es así, que desde el trabajo precursor de Ohno, otros han seguido su estela, con fines que trascienden lo puramente recreativo para buscar patrones de armonía en la naturaleza, o incluso crear sistemas que permitan escuchar las mutaciones o descifrar la partitura que reproduce la evolución de las especies.
En estos casos, se han utilizado elementos adicionales de las secuencias, como las conformaciones espaciales de las proteínas o las propiedades de los aminoácidos, para incorporarle ritmo e instrumentación a las piezas musicales.
En este video pueden escuchar como suena el gen que codifica a la enzima alcohol deshidrogenasa, una enzima que sirve, entre otras cosas, para eliminar alcoholes tóxicos como el etanol.



¡Como no imaginarnos el baile de la enzima (alcohol deshidrogenada) con su sustrato (etanol) al escuchar sonar al gen que la codifica!
Es más, sería posible didactizar la bioquímica del ADN utilizando la conversión de secuencias del genoma en música. Eso es algo en lo que estoy pensando en estos momentos. Para los estudiantes, la versión auditiva de los genes y de las secuencias proteicas les permitiría comprender, en una primera fase de estudio, algunas de sus características, como su longitud, su ritmo y sus dinámicas.
Seguramente, existe una mayor relación entre naturaleza y música de lo que hoy es posible mostrar. El escaso conocimiento que tenemos aún sobre el fenómeno de la vida deja mucho margen para la interpretación. En ese sentido, soy muy optimista, aunque el optimismo no sea un argumento científico.
Tené  en cuenta que, a veces, es bueno "rascarnos donde menos nos pica" y dejarnos seducir por lo que no conocemos todavía. Pensalo.

MÚSICA EN BOTELLA

Disco que transporta la Voyager
Con rumbo a las estrellas, y después de una odisea de 958.000 años, la Voyager llegará a su destino final: la estrella IM+27311.
Está de más decir que la Voyager no lleva tripulantes, sino que es portadora de un mensaje. Voyager es como una botella lanzada por la humanidad al infinito oleaje del Universo.
La realidad es que, saber que vivimos en este enorme Universo, nos hace sentir solos. Deseamos que alguien “no humano” nos diga “yo lo hago así” o “¡qué lindas cosas hacen ustedes!", tal como niños necesitados de unas infinitas miradas.
Pero, por si acaso es descubierta y recuperada por alguna otra civilización durante su largo y solitario viaje, es importante recordar que la Voyager lleva un disco compacto de cobre de 30 cm de diámetro, totalmente recubierto en oro.
Más allá de su complejo diseño, tema para físicos y astrónomos, el disco lleva entre otras cosas, fotografías y sonidos de nuestro mundo. 
Lleva el paisaje sonoro de la Tierra, nuestra música, la música de Beethoven, Bach, Mozart y de otros artistas para decirles a esos otros, como es este mundo y como sentimos.
Una música que llegará más allá de lo que ninguna otra creación humana haya llegado nunca antes y que seguramente motivará en ellos, una y mil preguntas. ¿Cuántas respuestas imaginarán?
Nosotros ya hemos contestado algunas, sin embargo, aún quedan muchas por responder.             
A pesar de todo, tenemos una ventaja con respecto a ellos, estamos aquí. Convivimos con distintos paisajes sonoros y con diferentes géneros de música que dicen mucho de nosotros.
Por supuesto, está en nosotros querer buscar las respuestas.
Para empezar, cuando hablamos de música, sabemos que básicamente estamos hablando de sonidos.
Y puesto que nuestra lengua ha sido el instrumento para convertir los sonidos en palabras, no es muy difícil entender porque también llamamos Lengua al conjunto de palabras que el hombre ha inventado para comunicarse.
El hombre aprendió a comunicarse con la canción del pájaro, con el murmullo del río, con el susurro del viento en los árboles, con el ruido de una piedra que caía o con los gritos de otros animales.
El hombre se convirtió en creador gracias al sonido, y antes que él, Dios. Desde luego, no podía faltar la referencia a la creación del Universo que se relata en el libro del Génesis: “Y dijo Dios: sea la luz: y fue la luz”, porque es importante hacer notar que en todo verbo está involucrada la acción creadora, sea ésta de Dios o del Hombre (mujer y varón).
Los dioses terribles existieron a partir del sonido del trueno, los fructíferos a partir del sonido del agua y los místicos, tal vez, de los ecos distantes.
Parece lógico, entonces, que en un principio hayan aparecido muchos dioses. Todo sonido es distinto a otro. Dos truenos no suenan iguales, todo sonido es nuevo.
Ni siquiera nuestro nombre puede ser repetido de manera exacta. Mario suena distinto cuando lo pronuncia mi esposa, mi suegra o mi loro.¡Juro que es verdad!
Por otro lado, los sonidos no pueden conocerse de la misma manera que puede conocerse lo que se ve. La visión, a diferencia del sonido, coloca las cosas una junto a la otra y así, nos permite compararlas.
¿Cómo hacerlo con el sonido?
Supongo que ésta es la razón por lo cual preferimos a la visión como principal fuente de todo conocimiento. Lo que se ve se puede nombrar, en cambio, lo sonoro se nos escapa porque es acción.
¿Podría surgir la ciencia a partir de una cultura basada en los sonidos?
Como leen (ven), todavía hay muchas más preguntas para contestar.
Por lo pronto, aquí les dejo el link para que puedan escuchar los archivos sonoros del disco que transporta la Voyager:

METAMORFOSIS MUSICAL

Morris Albert
Era una noche cualquiera (no pidan precisiones a mi edad) y sólo cinco para la  ocasión: un libro abierto, la pava sobre el fuego, una pobre radio herida en servicio y yo. ¡Uy!, me olvidaba del mate, valga la redundancia. Entonces, sucedió lo inimaginable. La voz del locutor se oyó fuerte y segura. Un juez había condenado a Morris Albert por plágio. Sí, la canción "Feelings" había sido oficialmente declarada por la Suprema Corte de California como plágio. ¿Cómo podía ser, si yo no había escuchado nada parecido ántes? Después de todo, una canción como ésa no podía ser el resultado de un simple plágio. Claro que todo es relativo y muchas veces el oído suele jugarnos malas pasadas, especialmente a mí.
¿Coincidencias?, ¿pensamientos paralelos?, ¿plágio no intencional?¿Y porqué no? ¿Porqué debería conocer un autor todas las obras musicales?, ¿sólo para saber si comete un delito o no?¿Acaso la música popular no es el arte de la redundancia?
Veamos lo que dice Keith Richards a este respecto: “Hay una sola canción en el mundo, y la escribieron Adán y Eva”. Si esto es cierto, al menos en el arte, no se inventa nada. Esto viene a advertirnos, que en el arte se crea o se inventa a partir de lo que otro ya hizo antes (redundancia: se crea o inventa lo nuevo). Nada se crea en un vacío cultural. Todo sufre una metamorfosis. Platón es cierto porcentaje de Sócrates, Einstein de Newton y así sucesivamente. Como decía Jung: "Nacemos originales y morimos copias" ¡Qué le vamos a hacer!
De cualquier manera, no debe ser nada fácil darle continuidad a la obra de un maestro, aunque eso signifique imitarlo en cierta medida.  Pero para copiar a un grande y ser grande a la vez, hay que tener un talento similar, sino recordemos el caso de “Come together”. A pesar de que John Lennon había tomado prestada una frase de un tema de Chuck Berry, se le exigió una reparación económica y moral.
Más sonado fué el caso de “My sweet Lord”, que le hizo perder a Harrison, nada más ni nada menos, que un millón de libras esterlinas. La demanda a Harrison había sido por plágio no intencional (¿hmmm?) por el parecido con “He’s so fine”. Lo más gracioso fue que al concluir el juicio, el juez comentó: “En realidad, las dos canciones me gustan”. ¿Qué….? ¿Cuáles dos?
Está claro que no está bien copiar . Y eso es lo que le podemos reprochar a Morris Albert y a tantos otros músicos.
Aún así, sigo pensando que el valor de una canción como “Feelings” no viene de su similitud o de su diferencia con otras, sino de los sentimientos que provoca al escucharla.
Si hablamos de metamorfosis, “Feelings” seguirá siendo para mí la mariposa y “Pour toi” el gusano del cual surgió.

¡A LA GRAN PERRA!

Esta claro que me apasiona la música. Tal vez, sea el último vestigio de inocencia que me quede en la vida.
Por eso, cada vez que encuentro a gente que comparte ese mismo sentimiento, trato de acercarla de algún modo a mi vida.
Creo, que también está claro, que si escribo este blog es para mi y para ustedes. Pero seguramente querrán saber algo más, ¿cuándo empezó mi pasión por la música?
Sin duda, todos tenemos cierta predisposición natural hacia ella, pero no todos tenemos la suerte de desarrollarla hasta su máxima expresión. La mayoría de las veces, quedamos en el intento. Esto se debe a que tiene que haber una gran razón que nos mueva, una razón que le de sentido a nuestra búsqueda. En mi caso particular, esa razón tiene un nombre: "The Beatles"
Cuando los conocí, el grupo se estaba separando. De cualquier manera, ya había mucho material para escuchar.
Si bien, en un primer momento me conmovieron los dúos fantásticos de Lennon y McCartney, mi gusto se fue decantando poco a poco por el trabajo musical de Paul. Aún así, fueron necesarios algunos años para poder empezar a entender que Paul no era tan boludo y John no era tan absolutamente genial como pensaba en un principio.
Por otro lado, un fenómeno cultural como el que ellos generaron no podía ser tan simple como mi mente de adolescente podía captarlo. Esa historia tenía que ocultar necesariamente algo más.
Fue entonces que comencé a prestarle más atención a su música. En este punto, fue fundamental saber que Paul era el único capaz de afinar un instrumento en los inicios de la banda.
Este sencillo, pero fundamental hecho, le hizo asumir a Paul la gran reponsabilidad de "educar al soberano".
De esa manera, el sonido de los Beatles partió del conocimiento musical que tenía Paul, y eso no es poca cosa. No pretendo despreciar la labor del resto del grupo, pero es necesario reconocer lo méritos del amigo Paul en su justa medida.
¿Quién no ha escuchado temas como "Yesterday" o "The long and winding road" para dar cuenta de lo que digo?  
Sin embargo, tuve que escuchar el Album Blanco para convencerme que no estaba equivocado. A partir de ahí, los resultados saltaron a la vista.
Ahí estaba "Martha my dear", una hermosa canción inspirada en su perra pastor inglés.
Aunque partes de la letra apuntaban que había sido hecha para Jane Asher , con la que acababa de romper poco antes de la grabación del Album Blanco, la verdad es que la frase: "Hold your head up, you silly girl, look what you've done (Levanta la cabeza, niña tonta, mira lo que has hecho)", sí que parecía estar escrita para Martha, su perra.
Sea como fuere, todo empezó como un simple ejercicio de piano. Paul quería probar si era capaz de tocar rápido con ambas manos, para lo cual comenzó a practicar con M'appari' tutt' amor, de la ópera "Martha" de Friedrich Von Flotow (1812-1883). El resultado final fue: "Martha my dear"
La canción fué grabada en Octubre de 1968, pero sólo Paul McCartney, conocido por ser un multiinstrumentista, participó de la misma.
Es así, que en este tema Paul canta y toca guitarra eléctrica, bajo, piano, batería, percusión y palmas.
Escuchémoslo.



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Me llamo Mario Alberto Taborda y soy el creador de este blog. Soy Bioquímico, especialista en Ensayos y Control de Métodos y Profesor Superior en Bioquímica. Vivo en Rosario (Argentina).