VENECIA EN Ml

Cada ciudad, barrio, parque, plaza o calle tiene su propia música, un sonido que le es característico. Lo maravilloso y misterioso de esto, es que nuestra mente funciona a modo de diamante, por eso el sonido reflejado en nuestra mente nos devuelve la música que hizo brillar más un determinado lugar.
En ese momento, millones de neuronas han esculpido un paisaje nuevo dentro tuyo. Las sensaciones se mezclan dando vida a ese mundo que ahora habita en tu interior.
¿Cómo llegar hasta él si no hay coordenadas en la mente para poder encontrar su ubicación?
Lamento decirte que no hay caminos seguros. Después de todo, quizás uno busca para perderse. Y si tengo que elegir para perderme, me quedo con el sonido y me deshago de los otros cuatro magos.   
Así, que te invito a hacer un viaje imaginario a uno de los lugares más románticos, Venecia.
Pienso que si Venecia no hubiese existido, alguien habría imaginado una ciudad como esta. Estoy casi seguro.
Si bien hay millones de formas diferentes de conocerla (¿se nota que soy entrerriano?), la más espectacular es hacerlo de noche, a bordo de un vaporetto, en el momento justo en que la iluminación de la ciudad nos ofrece los perfiles más románticos de sus palacios.
Allí, las aguas del Veneto nos conducen de un puente a otro, advirtiéndonos que al igual que en el amor, esta vía es de un solo sentido.   
Al llegar el día, numerosas embarcaciones y un enjambre de góndolas se desplazan de un lugar a otro dando vida a ese reino de reflejos rotos que al agua intenta recomponer. Lo mismo le pasa al corazón.
Pero mejor que hablar sobre Venecia, es escucharla.

ANTES DE LOS BEATLES

Una mañana de 1962, cuatro músicos se reunían en los estudios Abbey Road para grabar las nuevas armonías del siglo XX, y como una chispa diminuta que en un instante enciende una llama, tenían en menos de dos semanas el disco sencillo número uno y el álbum más vendido de las islas británicas (“Por favor, yo”). 48 años después, la leyenda continúa.
Todo comenzó de la forma más inesperada, cuando un 28 de octubre de ese mismo año, un jóven entró en una disquería en busca de una canción titulada “Mi conejito yace sobre el océano”, grabada por Tony Sheridan y un grupo llamado “The Beatles”. El dueño de la disquería, Brian Epstein, le confesó al jóven que no la conocía, a pesar que estaba al tanto de todos los éxitos. Hizo un poco de memoria y recordó que otro cliente ya se la había pedido con anterioridad, así que decidió ir a ver él mismo a los Beatles, si es que existían.
Es así, como Brian llegó por primera vez a la mítica “The Cavern”, una noche del mes de noviembre, para escucharlos. Atravesó la puerta de entrada y se encontró con un lugar, que más que club nocturno parecía un basurero. Su desconcierto fue mayor cuando aparecieron ellos. En primer lugar, porque ya los había visto en su disquería preguntando por aquella canción (“Mi conejito yace sobre el océano”), en segundo lugar, porque la primera impresión que se llevó fue pésima. Los Beatles comían y fumaban en escena, y como si fuera poco, le daban la espalda al público cuando tocaban. Pero, más le llamó la atención que la gente los contemplara extasiada y aplaudiera enloquecidamente sus interpretaciones. Sin poder explicárselo, permaneció escuchándolos y quizás presintiendo que la suerte de él y de los Beatles estaba a punto de dar un giro inesperado.
Así, Brian Epstein, se convirtió en el manager, el apoderado del grupo y suyo fue el mérito de hacerlos conocidos en todo el mundo.
Pero para que todo esto pasara, debieron ocurrir muchas otras cosas antes.
Muchas veces me pregunto, ¿cuál o cuáles son las acciones que una vez tomadas disparan nuestro destino en una u otra dirección? Por eso, creo que hay algo más en la historia de los Beatles que podemos rescatar, además de su música. Tengan en cuenta que esta historia se gestó en medio de una guerra y se desarrolló en una etapa muy difícil para cualquier persona como es la adolescencia.
Dicho de paso, la adolescencia de los Beatles es también un poco la adolescencia de todos y cada uno de nosotros.
Desde luego, vamos a tener que retroceder algo más de 60 años en el tiempo. Ahora, estamos imaginariamente en los 40’s, mientras Gran Bretaña es asediada por los bombardeos nazis. En aquel momento, nacen con poca diferencia de tiempo, cuatro varones en la ciudad de Liverpool.
El 7 de julio de 1940 nace Richard Starkey, más tarde conocido como Ringo Star. Tres meses después, el 9 de octubre, llega al mundo John Winston Lennon, en medio de un bombardeo nazi. Dos años más tarde, el 18 de junio, nace Paul McCartney y al año siguiente, un 25 de febrero de 1943, George Harold Harrison.
La pregunta que siempre me da vueltas es, ¿con que intensidad quedan grabados los recuerdos de nuestros primeros días de vida?, ¿cómo influyen esos primeros recuerdos en la construcción de nuestra identidad?
Pensemos en Lennon. Los alemanes bombardeaban Liverpool cuando él nacía. Cualquier bomba podría haber caído sobre la maternidad y haber matado a Lennon, . . . y adios historia.
¿Cuál era el destino de John?, ¿una maldición que forja ilusiones para luego matarlas a la vuelta de la esquina?, ¿un lamento tal vez?, ¿correr la misma suerte de otros seres humanos en una guerra irracional?
A veces, John recordaba el fuego y las explosiones de las bombas, o quizás se lo imaginó, como tantas cosas que imaginó él. Difícil saberlo.
Tal vez, allí empezó a entender que si seguimos vivos es para hacer de este mundo algo que merezca la pena ser vivido. John en su adolescencia eligió la música y sólo pedía que lo entendieran. ¿Porqué tenía que entender a Shakespeare en la secundaria? Shakeaspere había utilizado su lengua y su entorno para desarrollar su propia creatividad. ¿Porqué no podía hacer lo mismo él?, ¿porqué tenía que entender a otros y nadie se interesaba por lo que sentía y pensaba él?
Es más, ni siquiera se esforzaban. ¿Vos has hecho un esfuerzo por entenderlo?



Cuando John tenía 5 años, aproximadamente, los americanos llegaban al puerto de Liverpool con sus bolsillos cargados de chicles y chocolates. Por ese entonces, Liverpool se había convertido en el primer puerto del Atlántico, en la puerta que giraba y giraba sin cesar por su valor estratégico durante la segunda guerra mundial, y John se sentía inexplicablemente atraído por el puerto, especialmente en Otoño.
Me imagino que tampoco le importaría mucho el motivo. Pero, para John, el puerto y su gente representaban la libertad, el paradigma de lo inescrutable, el misterio de lo desconocido. Los que llegaban a aquel puerto traían en sus ojos el reflejo de las estrellas de otros cielos y en sus zapatos, el polvo de otros caminos y también mil historias para contar.   
Esta claro que la guerra cambió no sólo su niñez, sino también su adolescencia.
De aquellos años, Lennon recordaría cómo la guerra había cambiado a todos de una forma u otra, especialmente a él, que había sido abandonado por sus padres. Bueno, al menos la vida le había regalado una tía, una tía que se convirtió en una verdadera madre.
Por lo tanto, entender su niñez y su adolescencia nos puede arrojar alguna luz sobre la formación de los Beatles y de esta música que ya empieza a sonar.



Dijimos que John sentía una fascinación incontrolable por el puerto de Liverpool. Pero lo que más le interesaba de aquel lugar era la música que traían los marineros estadounidenses, ya que la ley de protección a la música nacional le impedía escucharla en las radios inglesas. Paradójicamente, los Beatles se convirtieron con el tiempo en los mayores exportadores de música del Reino Unido. Y gracias a la libertad de la que gozamos, nosotros también podemos disfrutar de su música.
Y si la historia de los Beatles parece comenzar y terminar en John Lennon es porque fue suya la idea de reunir a estos músicos y porque con su muerte prematura, la posibilidad de que algún día se volvieran a juntar desapareció para siempre.
Sin duda, sus canciones serán recordadas como mensajes de paz, amor y libertad enviados al futuro.

+{Mi música favorita}


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Me llamo Mario Alberto Taborda y soy el creador de este blog. Soy Bioquímico, especialista en Ensayos y Control de Métodos y Profesor Superior en Bioquímica. Vivo en Rosario (Argentina).