SONIDOS DEL UNIVERSO

Luego de algún tiempo en que la inspiración decidió abandonarme sin ningún tipo de remordimiento, vuelvo a reincidir con un nuevo post para este blog. No es que esté lleno de ideas, sino que intento escribir, con inspiración o sin ella (y aunque expire en el intento), sobre aquello que me inquieta intelectualmente. Si tuviera que escribir algo sobre lo que ya sé, no tendría el valor ni las ganas de comenzarlo ¡Esto es así! Por eso, vuelvo casi siempre a la música o a la astronomía porque son las geografías más amplias que la mente puede explorar. Y en ese descomunal vacío que llamamos Universo, poblado de una inmensa cantidad de objetos, existen unas estrellas muy exóticas denominadas estrellas de neutrones.
De una forma sencilla, una estrella de neutrones es una estrella formada predominantemente por neutrones (me jugué, ¿no?). Es como si fuera un núcleo atómico gigante, comparable en tamaño a la ciudad de Rosario, pero muchísimo más denso (una cucharita “ideal” de una de estas estrellas podría pesar cientos de millones de toneladas).

Comparando tamaños. Así luce Rosario con respecto a un púlsar.
Estas estrellas son el núcleo residual de una estrella supergigante que agotó su combustible y terminó  explotando por los enormes efectos de la gravedad.
Y éste es precisamente el concepto más importante: aunque las estrellas parezcan eternas, en relación al tiempo que dura una vida humana o una civilización, la realidad es que las estrellas nacen, evolucionan y mueren. Algunas se apagan pacíficamente tras haber brillado por cientos de millones de años y otras acaban sus días en explosiones violentas, ya que en la naturaleza no existe ninguna fuente de energía infinita.
Como alguien que salta a la fama, un buen día aparece en el firmamento una luz cegadora en el mismo lugar en el que brillaba una estrella insignificante y luego, suavemente se extingue, perdiéndose para siempre en la oscuridad de la noche y llevándose con élla al olvido a todo un sistema solar, con sus planetas, y quizás con seres sensibles como nosotros a los que el universo nunca volverá a cobijar.
Sólo queda, para el salón de la fama, el núcleo desnudo (ahora, la estrella de neutrones) de lo que antaño fuera un astro más grande que nuestro Sol. Sin embargo, éste no está quieto como uno podría imaginar, sino que gira cientos de veces por segundo sobre sí mismo, produciendo pulsos de radio (por eso, también se las suele llamar púlsar) con un efecto semejante a la luz de un faro.
Muerte violenta de una estrella
No faltó quien especulara, en un principio, que estos misteriosos pulsos de radio fueran señales enviadas por inteligencias extraterrestres, hipótesis que, naturalmente, tuvo una gran aceptación popular.
Sin embargo, y ya de entrada, había tres consideraciones que desaconsejaban esta hipótesis:
1) Las longitudes de onda que emitían los púlsars eran oscurecidas por las emisiones de las radiogalaxias, por lo que no era lógico pensar que seres inteligentes utilizasen esas frecuencias.
2) La energía para producir los pulsos era de 10.000 millones de veces la que el hombre es capaz de producir en la Tierra (esta es una suposición débil, que la dejo para analizar en otro post).
3) No se habían encontrado planetas asociados a púlsars (¿dónde vivirían, entonces, los supuestos extraterrestres?).
Dejando de lado las cuestiones meramente alienígenas, el leit motiv de este post era hacerles escuchar el sonido de un púlsar (o estrella de neutrones) y rescatar algunas ideas sobre el origen de estos misteriosos sonidos.
Sonidos del Púlsar Vela
Una última aclaración (para que no anden diciendo por ahí que Marito hace pseudociencia): la radiación que emiten muchos objetos en el espacio pueden ser escuchadas por el oído humano previa transformación de las mismas. Con Alien hemos aprendido además, y mejor que en la escuela, que el sonido no se transmite en el espacio.
Aquí, una de las frases más recordadas: “En el espacio nadie puede oír tus gritos”.
The end.

MOZART, ¿GENIO O IDIOTA?

Hace tiempo comencé a escribir este post, que venía retocando y profundizando con diferentes aportes surgidos en los últimos tiempos, y me pareció interesante volver al blog con algo corto y ligero de leer.
Comencemos entonces por mencionar que el tema que nos ocupa hoy tiene un gran impacto desde el punto de vista cognitivo y musical. Me refiero al síndrome de Williams, un trastorno genético, no hereditario, que produce un retraso en el desarrollo mental y a su vez un defecto coronario.
Pero la idea es abordar este tema desde su parte más vital: la música. Los pacientes afectados de este síndrome son de baja estatura y suelen tener aspecto de duende. Son personas muy sociables, alegres, sensibles y con una gran capacidad verbal y musical.
Estos rasgos hacen pensar que muchas leyendas relacionadas con duendes y otros seres mitológicos (hadas, gnomos, leprechaun y elfos), estén posiblemente relacionados con personas que padecieron este síndrome. 

Recordemos que muchos de estos seres míticos eran a menudo músicos y grandes narradores.
Por otro lado, muchos cuentos de hadas nos hablan de la rapidez con la que éstas aprendían las canciones y de la enorme seducción que producían sus melodías en los hombres. Cosas similares podrían decirse de las personas afectadas por este síndrome, pues son muy verborrágicos y sus capacidades musicales están fuera de lo normal, como lo demuestra el hecho que muchos de los pacientes con síndorme de Williams tengan un oído absoluto (el oído absoluto se refiere a la habilidad de reconocer las notas exactas de una melodía sin más ayuda que la memoria auditiva).
No sería descabellado pensar que, éste y otros defectos del desarrollo, hubieran inspirado infinidad de seres mitológicos, en realidad personas condenadas a vagar por los bosques sólo por ser diferentes.
Pero algunos investigadores van mucho más allá y juegan con la hipótesis que Mozart podría haber padecido este síndrome, pues era tan genial dentro del mundo de la música, como desastroso fuera de él.
La siguiente historia puede resultar reveladora, en lo referente a la memoria auditiva.                  
Corría el año 1770. Hacía aproximadamente 130 años que la partitura del Miserere de Allegri dormía en los archivos vaticanos y los fieles sólo podían escucharla una vez al año, más precisamente en Semana Santa. Como tantas otras veces, el Papa decidió que la pieza se ejecutara en la Capilla Sixtina de la Catedral de San Pedro en un nuevo Miércoles de Tinieblas. Terminada la ceremonia, el Papa se retiró y los fieles salieron a la calle. Uno de ellos, de profesión músico, que llevaba de la mano a su hijo de 14 años, se lamentó de no poder tener acceso a la partitura de una pieza tan sublime. El niño le dijo: "No te preocupes, padre", y esa misma noche, al llegar a su albergue, escribió de un tirón y casi sin errores la pieza completa.
Ese niño genial se llamaba Johann Wolfgang Amadeus Mozart.
Lamentablemente, se desconoce la localización de su tumba para poder confirmar o descartar la hipótesis mencionada anteriormente.
Pese a todo, el síndrome de Williams sigue despertando el interés no sólo de los músicos, sino también de los neurocientíficos, porque se espera de él que nos ayude a entender los mecanismos neurológicos subyacentes a nuestras capacidades cognitivas.            
De cierto modo, este síndrome pone patas arriba el concepto de inteligencia. ¿Porqué? Bueno, siempre hemos pensado que la inteligencia era una y que podía medirse con el cociente de inteligencia, pero las personas con síndrome de Williams muestran gran inteligencia en ciertas áreas, como el lenguaje, la música y las relaciones interpersonales, pero su cociente intelectual suele estar entre 50 y 70, lo suficientemente bajo como para calificarlo como retraso mental moderado. Sólo la posibilidad que Mozart haya padecido este síndrome debería hacernos reflexionar sobre el hecho que no todos somos poseedores de las mismas inteligencias y que cada una de ellas suele requerir diferentes tiempos y estrategias de apoyo para desarrollarlas plenamente.
Supongo que esta es otra tarea a emprender en la fascinante búsqueda de las funciones cognitivas de nuestro cerebro.
Aquí les dejo un video sobre el procesamiento musical en las personas con síndrome de Williams. Más, no se puede agregar.

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Me llamo Mario Alberto Taborda y soy el creador de este blog. Soy Bioquímico, especialista en Ensayos y Control de Métodos y Profesor Superior en Bioquímica. Vivo en Rosario (Argentina).