EL SONIDO PRIMIGENIO
Tal vez, el colectivo hacía unos minutos que había pasado, ¿cómo saberlo? Siguiente pregunta, ¿cuánto tardaría el próximo: diez minutos, media hora u hora y media? Para colmo, la radio en la que trabajaba cerraba después que terminaba mi programa. Sumo una más, no usaba celular, así que el tiempo que tardaba en llegar a mi casa se convertía en un verdadero agujero ficcional para mi esposa. Con el tiempo, la parada se hizo más difícil de soportar. Ya no solo esperaba vociferando en soledad la palabra obscena, sino que comencé a preguntarme insistentemente por el sentido de la vida.
Quizás, hacía mucho que no le prestaba atención a las estrellas para preguntarme lo que todos nos hemos preguntado alguna vez: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo y hacia dónde voy?, ¿cómo puede el hombre conocer su camino? La parada funcionaba así, a modo de metáfora en medio del camino entre la radio y mi casa. ¿Hasta dónde podría desviarme del camino trazado?, ¿decisión mía o del destino? A veces pienso, incluso, que mi camino podría haber terminado allí. Por esa y muchas razones más es que decidí dejar de hacer radio. Hoy me encuentro nuevamente cara a cara con las mismas preguntas, pero desde una perspectiva distinta, y eso es lo que lo hace aún más interesante.
La reflexión en este caso proviene de la música, en nuestra condición de expatriados. Todos hemos habitado en el seno materno un continente desaparecido, un continente que se hundió con nuestro nacimiento. Un continente misterioso, que a diferencia de la Atlántida, se sumergió en el tiempo, en la experiencia primigenia del existir.
Por aquel entonces vivíamos inmersos en una esfera sumamente placentera; después, . . . todo cambió. Aquí es donde cobra relevancia el saber de donde venimos. A partir de ahí, todas las esferas que hemos intentado habitar en nuestra condición de expatriados, terminan siendo reminiscencias de ese espacio materno donde solo había sonidos. Ese es uno de los dramas de la vida, la catástrofe auditiva, el miedo frente a la muerte de la música congénita.
Por eso, toda relación con la música puede ser pensada a partir de esa terrible catástrofe original. En este sentido, cualquier música nueva que escuchemos, tiene en el fondo algo de música resucitada. Pero atentti, esto no debe ser más que una pequeña huída del mundo, porque el final del camino está más allá de aquel continente perdido.
Á votre service, l'humble Mario
lunes, agosto 23, 2010
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- Mario Taborda
- Me llamo Mario Alberto Taborda y soy el creador de este blog. Soy Bioquímico, especialista en Ensayos y Control de Métodos y Profesor Superior en Bioquímica. Vivo en Rosario (Argentina).
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